Ariadna sale del
tren y busca con la mirada a su padre, pero no lo ve por ningún lado, no
podía creer que se hubiera olvidado de
ella.
Un hombre de unos
cincuenta años, con el pelo canoso y cuya cara le resultaba familiar ser le
acerca.
-Eres Ariadna,
¿verdad? – le pregunta sonriendo.
-Sí, soy yo – la muchacha le mira confusa.
-Soy Carlos, amigo
de tu padre, es que no ha podido venir, tendrás que venir a mi casa y esperar
allí.
-Que bien – la chica
hace una mueca de desagrado.
-El coche está por
allí- Carlos le señala hacia la derecha y los dos se echan a caminar- Has
crecido mucho, supongo que no te acuerdas de mí.
-Tu cara me suena
mucho, pero no consigo recordar quién eres- Ariadna sonríe levemente y cuando
ve que Carlos le detiene junto al coche, sube a él.
-Bueno, seguro que
pronto recordarás.
*Mientras tanto, en Mairena*
-Joder tío, ¿no
está tardando mucho papá? – el gemelo se dirige a su hermano mientras da
vueltas en su habitación.
-Jesús, estate
tranquilo, el tren se habrá retrasado un poco – otro chico idéntico al anterior
juega a lanzar al aire una y otra vez una pequeña pelota, intentando ocultar sus
nervios.
-¿Y si no se
acuerda de nosotros? Tío, que han pasado
más de cinco años – suspira y se deja caer de espaldas sobre su cama - ¿Habrá
cambiado mucho? ¿Seguirá igual de guapa? ¡Dios! Que llegue ya, por favor.
- Yo también tengo
ganas de verla, también era mi mejor amiga, ¿recuerdas? Pero cállate ya, ¡plasta! – dice y le tira la
pelota a su hermano en la cara.
[…]
Ya están entrando
en Mairena de Aljarafe, cuantos recuerdos inundan la mente de Ariadna, pero no
puede evitar pensar en ellos, ¿qué habrá sido de los que eran sus mejores
amigos? ¿Se acordarán de ella? ¿Cuándo los volverá a ver? Demasiadas preguntas sin respuestas aún.
Pensando y
pensando, no se da cuenta de que han llegado y que Carlos ya ha parado el
coche.
-Puedes ir
entrando, yo te bajo la maleta – Ariadna asiente y baja del coche, camina hacia
la entrada de la casa y entonces recuerda quien era Carlos, y que todas sus
preguntas obtendrán respuesta en unos minutos.
La puerta se abre
de repente y ve a unos chicos idénticos, los que fueron sus mejores amigos
durante diez años.
Los gemelos sonríen
a la vez, cinco años después, por fin vuelven a verla.
-Chicos…- susurra,
no aguanta las ganas y va corriendo a abrazarles.
-Te he echado de
menos- Jesús la abraza con más fuerza aún de la que lo hace su hermano.
-Y yo a vosotros,
mucho- Ariadna se separa de ellos y sonríe- ¡Pero qué guapos estáis!
-Bueno, chicos, si
queréis podéis entrar, que la maleta pesa – Los tres se apartan de la puerta y
se ríen.
-¿Subimos y nos
ponemos al día? Habrá muchas cosas que contarnos – a Daniel volver a ver a
Ariadna le ha sentado genial, había sido como su hermana y cuando se fue a
Barcelona lo pasó muy mal.
Los tres suben a la
habitación y se sientan a hablar y a contarse todo lo que les ha pasado durante
estos cinco años.
-Me he acordado
muchísimo de vosotros, de verdad – Ariadna sonríe tristemente acordándose de
todos los momentos en los que les ha necesitado y no han podido estar ahí.
-Pues no veas Jesús
la guerra que ha dado contigo estos años, una vez dijo que quería irse a
Barcelona porque te echaba demasiado de menos – Dani ríe al recordar la escena.
Entonces el móvil
de Jesús empieza a sonar.
-Dime, si,
enseguida voy, ahora nos vemos, te quiero- Jesús cuelga y mira a Ariadna.
-Me tengo que ir,
lo siento, otro día nos vemos, ¿no?- la chica asiente y observa como Jesús sale
de la habitación, de verdad que le hubiera gustado que se hubiera quedado algo
más.
-Ariadna, ha
llegado tu padre – Carlos se asoma por la puerta de la habitación.
-Dani, nos vemos otro
día, ¿vale? – Daniel se levanta y le da un abrazo a su amiga.
-¿Te paso a buscar
mañana y damos una vuelta?
-Está bien, ¿a las
cinco?- Ariadna le da un beso en la mejilla y sonríe, sale de la casa para
encontrarse con su padre.
-Hola hija, cuanto
tiempo, has crecido mucho.
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