lunes, 31 de marzo de 2014

Capítulo 2 - ''Todo sigue igual''

-Ya, si te hubieras interesado los más mínimo en estos tres años que llevas sin verme, no te sorprendería tanto.
-Sube al coche- el comentario de Ariadna realmente había molestado a su padre, la cosa no empezaba muy bien. – Escúchame, tu madre me ha contado el por qué de tu vuelta, si no quieres acabar en un internado más te vale hacer las cosas bien, ¿entiendes? – Ariadna no contesta a su padre y esto termina de agotar su paciencia, le agarra del brazo y  lo aprieta demasiado.
-¡Ay! – Ariadna sacude el brazo intentando soltarse del agarre de su padre, pero solo funciona para que le apriete aún más.
-¿Entiendes? – la muchacha asiente deseando que su padre le suelte el brazo.
-Bien, ahora iremos a casa y conocerás a tus hermanos- pone el coche en marcha y ponen rumbo a la que había sido la casa de Ariadna durante muchos años.
-Ellos no son mis hermanos- susurra la chica, pero no lo suficiente para que pase desapercibido a los oídos de su padre.
- ¿Qué has dicho?
- Nada – Ariadna niega con la cabeza.
-Eso me ha parecido.

Después de cinco minutos llegan a casa, Ariadna baja la maleta del coche y se detiene un momento a observar aquella casa que tantos recuerdos le traía, buenos recuerdos pero también malos, muy malos.
Ve como su padre entra y ella lo hace detrás de él, al entrar ve a una niña de unos dos años menor que ella y un chico que tendría más o menos su misma edad, este último la mira de arriba abajo y sonríe, esto hace que Ariadna haga una mueca de algo parecido a asco, también ve a una mujer rubia, más o menos de la altura de su padre, de unos cuarenta años.

-Él es Arturo – dice su padre, refiriéndose al chico, Ariadna esboza una sonrisa forzada – ella es Alicia y ella es mi mujer, Andrea , espero que todos os llevéis bien y podamos ser una familia como Dios manda.

“Lo que faltaba, nos dejas tiradas por estos y te crees que me voy a llevar bien con ellos”

-¿Puedo subir a mi habitación ya? Estoy cansada del viaje – Ariadna intenta escaquearse de aquella situación como sea.
-Está bien – cuando su padre le da permiso sube corriendo las escaleras hasta llegar a su antigua habitación.

Al entrar ve un tablero con fotos antiguas, ella con sus padres, con los gemelos, con sus antiguas amigas del pueblo, ve una foto que le llama especialmente la atención, son dos niños de unos cinco años dándose un pico, recuerda ese día, estaban jugando a los papás y de repente Jesús le dio un beso, y su madre les sacó la foto, sonríe y niega con la cabeza.
Con suerte las cosas que tenía en Barcelona habían llegado a tiempo, pero aún seguían en las cajas, así que decide colocarlas.
Lleva un rato colocando y tan solo le quedan dos cajas, entonces siente unos golpes que vienen de la ventana, alguien está tirando piedras, se asoma y ve a uno de los gemelos sonriendo en el patio trasero de su casa.
-¿Dani?
-Soy Jesús – el chico ríe.
- Lo siento, habéis cambiado mucho, tengo que acostumbrarme – los dos ríen a la vez - ¿Qué haces aquí?
-Como me he tenido que ir antes he pensado en que podríamos ir a dar una vuelta – se encoge de hombros y mira a Ariadna y  espera una respuesta.
-Claro, enseguida bajo, espera ahí, ¿vale? – ve como Jesús asiente y cierra la ventana.
Sale de su habitación y se cruza con Arturo.
-¿Vas a salir con el famosillo? – dice y después suelta una especie de bufido.
- ¿Qué? – la muchacha le mira confusa.
-El idiota ese que estaba en el jardín, es famoso.
- No es idiota… - no quiere seguir hablando con él, así que baja las escaleras sin decirle nada más.
-¿A dónde vas? – su padre la mira desde la cocina.
-Voy a dar una vuelta con Jesús, ha venido a buscarme.
-No vengas tarde.
Ariadna sale de casa y Jesús la está esperando en la puerta.
-¿A dónde vamos? – pregunta la chica mientras le da un abrazo a su amigo.
-¿Te parece si vamos al parque de cuando éramos pequeños? – Ariadna asiente, de verdad le apetece ir allí, al fin y al cabo, los mejores momentos de su vida ocurrieron en ese mismo lugar.
-¿Has conocido ya a los hijos de tu padre? – en ese momento Ariadna recordó lo que Arturo le había dicho en el pasillo.
-Por desgracia, si, el chico ya me cae mal.
-Ya, a nosotros tampoco nos cae muy bien… - Jesús ríe y pasa su brazo por los hombros de Ariadna.
-Oye, Jesús, antes me ha dicho algo y… - Jesús se detuvo.
-¿Qué pasa?
- Me ha dicho que sois famosos.
-Ah, sí, ¿no lo sabías? Nos presentamos a la voz y bueno, a la gente parece que le hemos gustado, que susto, me pensaba que te había dicho algo malo – los dos siguen caminando y hablando hasta llegar al parque.

Se sientan en un banco y empiezan a recordar momentos de cuando eran niños.
-Y esa vez cuando Dani me empujó y me caí del columpio, tú fuiste corriendo a pegarle porque pensabas que me había hecho daño – los dos ríen.
-Sí, la de veces que me he peleado con Dani por cosas así… - de repente Jesús se queda mirando el brazo de Ariadna, esta mira en donde su amigo tiene posada la mirada, se da cuenta de que está morado – Ariadna, ¿lo ha vuelto a hacer?
- Nada ha cambiado, Jesús, todo sigue igual.


domingo, 30 de marzo de 2014

Capítulo 1- ''Reencuentros''

Ariadna sale del tren y busca con la mirada a su padre, pero no lo ve por ningún lado, no podía  creer que se hubiera olvidado de ella.

Un hombre de unos cincuenta años, con el pelo canoso y cuya cara le resultaba familiar ser le acerca.
-Eres Ariadna, ¿verdad? – le pregunta sonriendo.
-Sí, soy yo – la muchacha le mira confusa.            
-Soy Carlos, amigo de tu padre, es que no ha podido venir, tendrás que venir a mi casa y esperar allí.
-Que bien – la chica hace una mueca de desagrado.
-El coche está por allí- Carlos le señala hacia la derecha y los dos se echan a caminar- Has crecido mucho, supongo que no te acuerdas de mí.
-Tu cara me suena mucho, pero no consigo recordar quién eres- Ariadna sonríe levemente y cuando ve que Carlos le detiene junto al coche, sube a él.
-Bueno, seguro que pronto recordarás.

*Mientras tanto, en Mairena*
-Joder tío, ¿no está tardando mucho papá? – el gemelo se dirige a su hermano mientras da vueltas en su habitación.
-Jesús, estate tranquilo, el tren se habrá retrasado un poco – otro chico idéntico al anterior juega a lanzar al aire una y otra vez una pequeña pelota, intentando ocultar sus nervios.
-¿Y si no se acuerda de nosotros?  Tío, que han pasado más de cinco años – suspira y se deja caer de espaldas sobre su cama - ¿Habrá cambiado mucho? ¿Seguirá igual de guapa? ¡Dios! Que llegue ya, por favor.
- Yo también tengo ganas de verla, también era mi mejor amiga, ¿recuerdas?  Pero cállate ya, ¡plasta! – dice y le tira la pelota a su hermano en la cara.

[…]
Ya están entrando en Mairena de Aljarafe, cuantos recuerdos inundan la mente de Ariadna, pero no puede evitar pensar en ellos, ¿qué habrá sido de los que eran sus mejores amigos? ¿Se acordarán de ella? ¿Cuándo los volverá a ver?  Demasiadas preguntas sin respuestas aún.
Pensando y pensando, no se da cuenta de que han llegado y que Carlos ya ha parado el coche.

-Puedes ir entrando, yo te bajo la maleta – Ariadna asiente y baja del coche, camina hacia la entrada de la casa y entonces recuerda quien era Carlos, y que todas sus preguntas obtendrán respuesta en unos minutos.
La puerta se abre de repente y ve a unos chicos idénticos, los que fueron sus mejores amigos durante diez años.
Los gemelos sonríen a la vez, cinco años después, por fin vuelven a verla.
-Chicos…- susurra, no aguanta las ganas y va corriendo a abrazarles.
-Te he echado de menos- Jesús la abraza con más fuerza aún de la que lo hace su hermano.
-Y yo a vosotros, mucho- Ariadna se separa de ellos y sonríe- ¡Pero qué guapos estáis!
-Bueno, chicos, si queréis podéis entrar, que la maleta pesa – Los tres se apartan de la puerta y se ríen.
-¿Subimos y nos ponemos al día? Habrá muchas cosas que contarnos – a Daniel volver a ver a Ariadna le ha sentado genial, había sido como su hermana y cuando se fue a Barcelona lo pasó muy mal.
Los tres suben a la habitación y se sientan a hablar y a contarse todo lo que les ha pasado durante estos cinco años.
-Me he acordado muchísimo de vosotros, de verdad – Ariadna sonríe tristemente acordándose de todos los momentos en los que les ha necesitado y no han podido estar ahí.
-Pues no veas Jesús la guerra que ha dado contigo estos años, una vez dijo que quería irse a Barcelona porque te echaba demasiado de menos – Dani ríe al recordar la escena.
Entonces el móvil de Jesús empieza a sonar.
-Dime, si, enseguida voy, ahora nos vemos, te quiero- Jesús cuelga y mira a Ariadna.
-Me tengo que ir, lo siento, otro día nos vemos, ¿no?- la chica asiente y observa como Jesús sale de la habitación, de verdad que le hubiera gustado que se hubiera quedado algo más.
-Ariadna, ha llegado tu padre – Carlos se asoma por la puerta de la habitación.
-Dani, nos vemos otro día, ¿vale? – Daniel se levanta y le da un abrazo a su amiga.
-¿Te paso a buscar mañana y damos una vuelta?
-Está bien, ¿a las cinco?- Ariadna le da un beso en la mejilla y sonríe, sale de la casa para encontrarse con su padre.

-Hola hija, cuanto tiempo, has crecido mucho. 

Introducción

-¡No me puedes hacer esto!- decía Ariadna mientras observaba como su madre metía sus pertenencias en una maleta.
-Claro que puedo, ¿acaso no  lo estás viendo? – le contesta su madre mientras sigue metiendo las cosas de su hija en aquella maleta.- Te vas a ir con tu padre una temporada a Sevilla, a ver si así dejas de hacer tantas tonterías.”

Esa había sido la última conversación que Ariadna había mantenido con su madre, desde entonces no había vuelto a dirigirle la palabra, una semana después se encontraba en un tren Barcelona-Sevilla para irse una temporada con su padre.

“Maldito Ismael, por su culpa estoy aquí, para que me ofrecería ese cigarro”

Esa frase había inundado su mente desde que su madre la había pillado fumando con su amigo, para una vez que lo hacía su madre tenía que pasar por allí justo en aquel momento, eso, y las veces que se había escapado de casa estando castigada habían impulsado a su madre a mandarla de nuevo con su padre.
Pero bueno, a lo hecho, pecho.

Faltaría una hora para llegar a Sevilla y volver a ver a su padre, al que hacía tres años que no veía, pero esa era la menor de sus preocupaciones, su padre nunca la había tratado bien y no creía que eso pudiera cambiar, aún así, las piernas le temblaban.

Entonces, ¿cuál era la razón de su nerviosismo?